lunes, 19 de noviembre de 2007

el discurso que tenía que haber sido y no fue

Quién lo iba a decir: la vergüenza impidió a mi querida Helen leer esto para mi tan emotivo (22 añetes tenía yo cuando nos conocimos):

Hola a todos:

Elena me ha pedido que lea unas palabras del gran Mario, que reflejan magistralmente lo que hoy estamos celebrando.

Pero no puedo evitar añadir unas mías, mucho más humildes, mucho menos brillantes, y que inevitablemente protagoniza la novia, ya casi esposa, por ser amigas desde que era (éramos) dos solteras y sin compromiso.

Porque allá por quién sabe ya que año (solo recuerdo haberla felictado ya por su 23 cumpleaños, ya ha llovido desde entomces...) y en una ciudad que por diferentes motivos compartíamos, Elena y esta servidora tuvieron su primera cita a ciegas, en un encuentro motivado por nuestros padres, tras un intercambio de teléfonos gestionado por éstos y una primera conversación telefónica en la que me eché a temblar al percibir a través del aparato cierto "borderío" que, sinceramente, me hizo acudir al encuentro por más compromiso que otra cosa.

Y allí estaba ella, a la que reconocí por el abrigo azul que me había dicho llevaría (por cierto, confeccionado por esa artista que es su madre) y ahí vino nuestro primer café, que se alargó hasta la noche, sin parar de hablar y notando ambas, con sorpresa y desconcierto, la afinidad y cosas en común que teníamos, que no hicieron sino provocar un segundo encuentro y otro y otro...

Lo siento por Adrián, pero aquello sí que fue un flechazo. Nosotras mismas nos hemos referido muchas veces a aquella cita como tal. Y pocas veces, por no decir ninguna, he vuelto a sentir esa afinidad con alguien desde el primer contacto, ni he percibido una conexión recíproca tan claramente.

Madrid fue más agradable con ella, conocí hasta las fiestas de El Molar y, con ello, a parte de su gran familia, y con el tiempo fui partícipe de su vida, de su Periodismo, de sus aventuras y desventuras... Hasta que llegó su retorno a Oviedo.

El teléfono y , sobre todo, las cartas -que para algo la chica ya era periodista y se le daba bien esto de escribir- nos mantuvieron unidas, a pesar de lo que la distancia enfría. Y finalmente, yo misma regresé a Asturias, retomamos los encuentros, pero no la amistad, cuya intensidad no había decrecido en todos estos años.

Solo quería decirte que me siento afortunada por haberte disfrutado, por haber sido siempre "MI AMIGA", por haberme hecho a mí sentirme así también, "TU AMIGA", por poder compartir contigo tantas cosas y por poder verte tan feliz como te veo.

UN BESO y enhorabuena a los dos por teneros el uno al otro.

No hay comentarios: